yo no puedo dejarte sin alguna canción.
A tu pie descansó José de San Martín,
ciego de sable corvo y sordo de clarín.
Pino de San Lorenzo, al borde del camino,
el árbol más hermoso, el más ilustre pino,
frescura, sombra, aroma, impulso, fuerza, aliento
para el futuro asalto del granito y el viento.
Sé que estabas guardado por encendidas rejas,
¡oh tus hojas tan nuevas y tus ramas tan viejas!
Y al fondo unos naranjos y cipreses agudos
más unos cuantos frailes macerados y haldudos.
Pino de San Lorenzo, te lo confieso ahora,
yo sentí la ascendente congoja del que llora,
la misma que sentían mujeres y varones
bajo la copa llena de sol y de gorriones.
Y dije: espera un poco que el recuerdo sea miel,
yo enredaré a su tronco inflexible laurel.
Pero al tratar de hacerlo veo que es otra cosa:
apenas si mis versos te mullen una rosa.
Que diga lo que pueda esta tinta vertida,
de las cómplices tapias, de la campana herida,
y del oro y del verde del removido llano,
y del cielo distante, y del río cercano.
En: Rama patriótica
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