Lirismo de invierno, rumor de crespones,
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que en la tarde rezan una despedida.
Visión del entierro de mis ilusiones
en la propia tumba de mortal herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierda la vida.
Cerca de la aurora partiré llorando;
y mientras mis años me vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.
Y ante fríos óleos de luna muriente,
con timbres de aceros en tierra doliente,
clavarán los perros, aullando, un adiós!
En: Los heraldos negros
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