Ahora te derramas en mis brazos,
sombra, y siento un humor como de aurora
sobre la hierba nueva de los prados.
¡Amigo de los pájaros!: tú eres
como la casa mía por lo manso
y por esa humildad de fortaleza
que hay en tus ramas bellas como brazos.
He parado mi planta en el camino,
y una serenidad grave de lago
pones sobre el asombro de mis ojos...
Para el fin de la vida y del trabajo,
como un sudario todo de armonía,
tenga tu gran serenidad, hermano.
(En: El cascabel del halcón)
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